miércoles, 2 de octubre de 2013

TOMA POÉTICA EN EL METRO DE SANTIAGO DE CHILE




Recién llegados de Isla Negra y luego de haber recorrido muy ilusionados, con esa  mística internacional tan conocida de Pablo Neruda,  su museo y los parajes aledaños azotados por los vientos, llegados de ese mar proceloso y arribista,  los poetas de nacionalidades latinoamericanas ya frecuentes en nuestro país y los chilenos nos encaminamos en la noche fría, para mi gusto, hacia la estación del metro.  Allí con megáfono en mano descendimos las escaleras con decisión y valentía, inspirados en los dioses más totalitarios de poesía para tomarnos los vagones y leerles o declamarles poemas a los ensimismados pasajeros, haciendo gala de nuestras mejores inspiraciones ante esa audiencia de la zona urbana de nuestra capital.  
Eduardo Bechara enérgicamente asido al instrumento amplificador y su holywoodense rostro y voz mayor aún, recitó sus apasionados poemas entomológicos que hicieron vibrar los asientos con sus arañas religiosas.  Luego, Rosita Alcayaga pasó a apoderarse de los estatutos bíblicos haciendo ilusión al plato de lentejas y piernas de mujer que fueron muy aplaudidas por los trabajadores sabatinos esa noche.
Carolina Cortés al parecer, creo yo, la capitalista del instrumento imprescindible, lo cogió para enviarles los destinos a los auditores atónitos que comenzaban a abrir los ojos y sonreír.  A continuación el compañero de estas huestes, pelo largo rubio, y sombrero mexicano, pantalones carreteados en las alamedas de esta gran ciudad, subió al  trono vehicular de la noche que les narró para embestir con su corazón febril a los pasajeros, cuyo nombre no me acuerdo, pero  cuando lo sepa lo pongo acá.  Y para broche de oro y terminar enloqueciendo al pasajero se abalanza Elizabeth Zúñiga con su loba y su hembra aumentando la temperatura de los vagones.   Bueno, y yo leí de mi librito de la Kultrun.

No sé si por nuestras homilías una pasajera se desmayó y tuvimos que dar alarma, pero luego todo volvió estar bien y nos despedimos y ellos nos respondieron a esta toma poética con  un aplauso. 

Recorrimos estaciones de ida y vuelta hasta el cierre del metro. Una experiencia necesaria y extática.