domingo, 28 de noviembre de 2010

Prueba fotográfica



Vine a escuchar esta charla de un gran escritor español, en esta galería central, a pesar del hielo de Valdivia, de la finísima lluvia y  la corriente que rezuma entre los locales comerciales. Todos nos sentamos en los asientos que van formados ordenadamente en una sola hilera frente al académico que va a realizar la charla.  Es ameno su léxico y apropiado para el informal lugar, que quizás no es adecuado para tal evento, pero el interés de la conversación y  los asistentes inquietos y atentos hacen cálido el ambiente.  Cuando ya ha finalizado y comienza el público a presentar  las preguntas  que se suelen hacer en este tipo de eventos, una señora que está sentada al lado mío comenta, alegremente, su vida  con otra señora que está sentada a su lado, yo me integro a la conversación, en realidad era una plática insubstancial, con movimientos y contorsiones de jolgorio.  Luego,  cuando comenzamos  a festejar con un cóctel, un vino de honor, como suele llamarse, esta mujer estaba inquieta,  entonces observé que con su cámara digital sacaba fotos,   extiende su conversación a mí  y me dice: - ¡Antes de irme tengo que sacar fotos,  sino mi marido no creerá que asistí a la charla¡ -    pareció curioso,  jocoso,  sorprendente, pero luego, contemplándola le pregunté: ¿Tu esposo también suele portar una cámara para comprobarte, luego, qué lugares él frecuenta cuando no está contigo?...

No me respondió y se rió como si yo contara un chiste.

martes, 16 de noviembre de 2010

El hijo de Emma

Mi despertar amatorio de mujer madura fue tardío. Avanzaba a duras penas y mis pies dejaban las huellas para luego desarmarlas el mar. Lo perseguía, corría y miraba sus muslos firmes como una encina del sur,  veloces como el viento en temporal,  su espalda la de un dios joven, entonces  me detenía a contemplarlo con pasión, lengua que latía veloz en mi pecho y una energía ansiosa punzaba en mis caderas.   Sacando cuentas,  yo debía haber tenido el 80 unos veintiséis años cuando Felipe nació,  su mirada me despertaba  sensaciones que pensaba  que ya no tenía -  Me había contado que su madre salía a buscar a sus amigos, - quizás quiso sentirse deseada, nunca tendría  el permiso para escarbar el sueño del cielo que sus compañeras le relataron,  oculta en la hiedra de luz que ella vivía, allí desnuda  rasguñaba esos cuerpos esperando que alguien le mostrara el amor,  sentada en algún banco de plaza de provincia escuchaba los susurros,  las promesas  que siempre se iban por el despeñadero.   Y su hijo de la mano la acompañaba en todos aquellos  dulces laberintos.  

Lo hacía hablar para  escuchar la rigurosa voz de su garganta de varón seguro y firme en sus convicciones, de tener esa ilusión que todo ha comenzado con él,   lo rodeaba con  mis brazos y sentía en su pubis el rígido acero,  su joven alegría era mi goce mayor.  Morder su torso y acunarlo entre mis muslos era un estado infinito que no hubiera querido que llegara nunca la hora de partir. 

Me prohibía  que acudiera a la lectura de poesía de algún poeta, me reprochaba que me ocultara  de otros para volar en sus labios y en la oscuridad de la calle quería poner sus manos con violencia sobre mi cuello.

Yo quería que guardara su secreto de querer castigarme, que  no era yo su madre, y tenía que volver.