La verdadera locura
quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que,
cansada de descubrir las vergüenzas del mundo,
ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
Heinrich Heine
quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que,
cansada de descubrir las vergüenzas del mundo,
ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
Heinrich Heine
Se abrió la puerta de golpe, me sonrío y se
sentó a mi lado. Simpática y refinada. Me preguntó el nombre de mi hijo, le
dije que era nuevo, lo había cambiado de colegio porque donde estaba me parecía
malo y había poca preocupación por la
mantención de la construcción. Me habló
sobre la falta de disciplina de este
nuevo colegio y que había aumentado este año el número de alumnos, sí – le dije
– además no era muy barata la mensualidad y que este año tendríamos que enviar
a su hermana a estudiar a otra
región. No me reconfortaba el comentario que hizo sobre
la conducta de los chiquillos y pensé que al volver a casa advertiría a mi hijo
que por favor se portara bien. Es
tranquilo mi niño – le dije- la verdad que no es tan inquieto pero es
influenciable, así se dice. Los apoderados estaban llegando, todos en silencio, lo que me hizo pensar que
todos eran nuevos, pero después comenzaron los saludos de bienvenida de vuelta
de vacaciones. Ella sonreía y hacía
comentarios que no alcanzaba oír. Si quieres te llevo a tu casa – me dijo -, ah
pensé anda en auto, bien – le respondí –
gracias. Sonaban las ventanas, el
viento haría llover luego, el cielo
estaba muy oscuro y se sacudían las ramas del árbol grueso que estaba apegado
al muro.
Al salir ya estaba lloviendo, nos cobijamos
con nuestras cabezas enterradas en los hombros encogidos y corrimos hacia el
pequeño vehículo que estaba un poco más
allá de la entrada del colegio. Muy
amable, de facciones finas y su vestido de crochet muy de acuerdo a su
delicadeza. Yo no podría ponerme un
traje así, me engancharía en cualquier parte. Está abierto –me dijo casi gritando- y se río con todos los
dientes. Abrí la puerta del auto y me senté, está mal cerrada – me dijo – la abrí y la
tiré fuerte. No sabía si aquel aroma era
su perfume o el mío, o ambos. Le dije que
había estudiado idiomas y ella contabilidad – me dijo. Asentí. Agregó que se había casado una vez y que
tenía mucha fe en Dios y que alguna vez volvería a casarse. Había tenido una segunda relación de la cual había nacido su segundo hijo, y que
ahora acababa de conocer un
hombre maduro, es decir, mayor, pensé
yo.
Empezó a decirme que la mujer actual del que había sido su segunda
pareja , era una obsesa, una mujer neurótica y que la avasallaba por teléfono y
se le encontraba en cualquier lugar, así que tuvo que trasladarse de ciudad. A pesar de la situación, estaba tranquila, me contaba. Sus manos
parecían sudadas y se les
resbalaban en el volante. Había levantado
el rostro y los músculos del cuello la envejecían, recalcaba dos veces cada
comentario que hacía, colgaba un cuchillo de plástico en el espejo del auto,
puso la radio a todo volumen y aceleraba cuando la marcha de un vehículo la
adelantaba. Sus zapatos yacían botados
en el suelo y una trizadura en el espejo lateral deformaba mi cara, tenía hambre y quería
llegar a mi casa.
La mujer la llamaba en sus horas de trabajo
amenazándola con matarle a sus hijos,
cada mañana antes de ducharse ya había recibido varias amenazas y le decía si
no le entregaba las llaves del
departamento de él la denunciaría de
ladrona. Se reía con la boca
abierta, echaba la cabeza para atrás y tocaba la bocina. Estaba lloviendo torrencialmente y poco se
veía por el parabrisas. Con la maniobra se le había subido el vestido, y los
tacos estaban lejos de sus pies,
apretaba el acelerador y frenaba en seco, yo la miraba extrañada. Me dijo -¿te dejo acá?, claro, aquí no
más. Cuando bajé le gritaron unos
jóvenes - ¡mamá ¡ ¡mamá¡ ¿dónde estabas?. En la reunión – les respondió- ¡oh, mamita¡
por qué sacaste el auto¡ le dijeron levantando algo la voz. Ella se río a mandíbula batiente, y les respondió que había ido a
reunión y luego dijo - miren con quién
me encontré, esta es la mujer que lo mató. ¡Ella lo mató¡ .
¡Ah, mamá hace tiempo que no tienes que ir a
reunión¡.