Como habíamos acordado ayer, me junté con el poeta colombiano con quien
pensamos realizar una crónica sobre esta
ciudad. Me acerqué a la mesa donde permanecía sentado con la vista en su
pc. Lo reconocí al entrar, tenía el pelo color miel, ojos claros,
mediana estatura y sonriente, agradable
y podría decir hermoso. Vicente. Hizo ademán que me sentara y comenzamos
nuestra charla sobre fotografías que había tomado. Mi amiga llegaría más tarde, pero yo
levantaba mis ojos, de vez en cuando, para
observar a las personas que llegaban al
café. Tomó mi mano, y casi le increpé que mi amiga no había llegado todavía, y
que se calmara, bien me respondió, pero
cómo se llama tu amiga, bueno le dije a quién citaste a mí o a mi amiga, me dice, entonces, no conozco a tu amiga y no
tenía idea que vendrías con ella. Le
hablé de mi amiga, le conté qué estudiaba Literatura, que era bella y solía
acompañarme a todas partes. Entonces, me
dice que él desea hacer un buen trabajo sobre la ciudad, crónica y fotografías
y todo lo que se pudiera realizar, entonces, veo que se asoma mi amiga, y le
hago señas, se acerca sonriendo a la mesa y se sienta en silencio, Vicente la
saluda amablemente, avanzando el tiempo
le pide su correo. Nosotros seguimos
conversando acerca de nuestro proyecto.
Repentinamente suena el celular, era Carlos, el esposo de Ester. Con un mutis de molestia, se despide de
nosotros. Y los dos seguimos nuestra conversación. A poco andar se me antoja ir al baño, y
cuando vuelvo mi compañero se había marchado.